sábado, 25 de mayo de 2019

BESOS ROBADOS



     Otros momentos. Besos robados, producto de la pasión amorosa. De momento, dos muestras muy recordadas y reconocibles de películas clave en la historia del cine. La primera, por guardar un orden cronológico, la obra maestra de Erich von Stroheim, dirigida en 1924, Greed (Avaricia). El conocimiento de McTeague y Trina en la clínica odontológica del primero será el punto de arranque de su tormentosa relación. El falso dentista aprovechará que su joven paciente se halla bajo los efectos del éter para consumar su casto beso, terrible profanación para su conciencia, que parece lamentar cual traición a su inexistente juramento hipocrático.











Otra ilustre "sedada" de la historia del cine. La aún novicia Viridiana en la película de mismo título dirigida por Luis Buñuel en 1961. Su tío, Don Jaime, ha conseguido la mitad de su plan: aturdir a la joven al punto de la inconsciencia para, segunda parte nunca consumada, aprovecharse físicamente de ella:




miércoles, 22 de mayo de 2019

¿OBNUBILACIÓN O SIMPLE FELICIDAD?... ¡NACE, ROMANCE!


     Más que famosa es la secuencia del baile con el paraguas de Gene Kelly en Cantando bajo la lluvia (Singin' in the Rain, 1952), todo un icono de la Historia del cine. En ella se expresa como en ninguna otra película el gozoso momento del enamoramiento correspondido, la aceptación de la pareja, la disipación de cualquier duda sobre la persona amada junto a la esperanza del reencuentro y el comienzo del anhelado idilio. Todo ello a través del primer beso: eran otros tiempos.




                                                                 


     En esa misma linea, justo diez años después, el británico John Schlesinger dirigiría su primer largometraje, Esa clase de amor (A Kind of Loving, 1962), con el tramo de conocimiento de los protagonistas en un tiempo algo anterior, ya en su primer encuentro, y con la periferia del industrial Manchester de fondo: seguían siendo otros tiempos.


   

     Las secuencias de ambos títulos tienen en común algo más que el hecho temático de la  confirmación de un idilio. La música que los acompaña es de sus aspectos más destacables. En la película dirigida por Donen/Kelly, es bien sabido, constituye el punto álgido de la misma y, como he referido antes, también es, si no el primero, uno de los principales modelos de representación del Cine como arte. Esta pieza central fue compuesta en 1929 por Nacio Herb Brown, siendo el músico Lennie Hayton el encargado de adaptarla para el cine. En el caso de la película inglesa, la banda sonora lleva la firma de Ron Grainer, por entonces ya experimentado conductor de melodías para series televisivas británicas.       




     

     Retrocediendo de nuevo en el tiempo hasta 1951, año de producción de Juegos de verano (Sommarlek), y segunda de las tres colaboraciones consecutivas del realizador sueco Ingmar Bergman con la actriz Maj-Britt Nilsson. Aquí la única música que se escucha es la que silba y tararea dicha intérprete, junto al canto de los pájaros, al levantarse de la cama en una cabaña campestre. La razón de su euforia también hay que buscarla en su deseado reencuentro con el joven con el que mantendrá una relación romántica, con la intensidad del primer amor, pero marcada por la tragedia.